jueves, 10 de diciembre de 2009
La infidelidad en nuestras vidas
Este tema es a petición de Nabis, quien tiene la inquietud de saber cómo puede afectar la vida futura (adulta) de los hijos el haber vivido la experiencia de la infidelidad de uno de los padres, -me imagino-.
Por lo que conozco de la literatura en el tema, puedo decir que indudablemente no es una experiencia positiva en la vida de nadie, ya que si se percibe como una experiencia dolorosa para los padres, también será vivido así por los hijos. Y sucede que pueden ocurrir básicamente dos situaciones a futuro: que los hijos sientan que la fidelidad no es algo tan importante que haya que cuidar a toda costa y en sus futuras relaciones de pareja también tiendan a cometer ( o a aceptar de parte del otro) infidelidad; o que sea tan doloroso y/o hasta traumático el recuerdo de lo vivido por sus padres, que no quieran bajo ningún motivo vivir en carne propia la experiencia, por lo que incluso pueden llegar a desarrollar rechazo a los compromisos por temor al fracaso en sus relaciones de pareja.
Lo importante siempre es mantener en vista que los niños son víctimas inocentes y nunca culpables por los problemas que puedan estar atravesando los padres, pese a que tal vez las diferencias entre éstos sean originadas justamente por temas relacionados con los hijos. Son los adultos los llamados siempre a intentar buscar la mejor solución posible a las dificultades, sean o no por infidelidad u otra causa...
En todo caso, es necesario insistir que cuando existen problemas en la relación de pareja, los padres deben tratar de mantener lo más alejados posibles sus propios problemas de la relación que establezcan con los hijos, ya que estos no tienen por qué -y sobre todo si son pequeños- estar enterados de los detalles de las dificultades entre sus padres. Lo más probables es que igual lo perciban, y que se den cuenta de alguna manera, pero habría que tratar de hacerles la vida a ellos lo más tranquila y normal posible. Si hay que discutir entre los adultos, hay que hacerlo en los momentos en que los hijos no estén presentes. Si no se pueden evitar las discusiones o los altercados, retirarse a otra habitación de la casa donde no se esté a la vista ni al oído de los hijos. Por último pedirle a alguien de confianza que los cuide un rato mientras se resuelven los problemas con la pareja (e intentando que los hijos no se percaten de las razones de esta petición).
Hay que hacer lo posible siempre para impedir que nuestras acciones como adultos confundidos en lo sentimental, perjudicen el sano desarrollo emocional y afectivo de nuestros hijos.-
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