martes, 10 de julio de 2012
La Educación: ayer, hoy y mañana
Por Claudia Lewin, Psicóloga.
La educación no se exime de ningún momento de
la historia puesto
que ha tenido que adaptarse a los cambios de la sociedad, sufriendo
transformaciones conceptuales importantes a lo largo de los siglos. En la
actualidad, vemos que aún existe una enseñanza tradicional en que se pretende
moldear la conducta del individuo siguiendo un modelo netamente instruccional.
Las ideas imperantes en nuestra cultura definida como “ patriarcal” nos muestra
la prevalencia de las relaciones de dominio-sumisión donde los conflictos se resuelven por la
fuerza. Este paradigma inflexible y autoritario viene avalado por creencias
pedagógicas que para entregar una buena educación y formar niños dóciles,
debemos exigir obediencia utilizando como medios la coerción y la violencia.
La educación funciona para hacer crecer y no
para silenciar, sin embargo, son muchos los que piensan que utilizar la
violencia no tendrá ninguna consecuencia grave en el niño porque ellos “olvidan
todo“, especialmente cuando son pequeños. Gran error, pues justamente en este
período de la vida el niño se encuentra más indefenso y vulnerable sin ningún
control sobre lo que ocurre a su alrededor, y la violencia sólo cumpliría con el
objetivo de someterlo a la voluntad del adulto. Con esta metodología claro que se
logra la obediencia y también el respeto, pero a costa del sufrimiento
silencioso del menor quien va incubando temor y rencor hacia la persona que lo
agrede. Como generalmente se trata de alguien cercano al niño, se provoca un
daño en el vínculo con la consiguiente desaparición de la comunicación y
pérdida de confianza, permaneciendo el niño con la constante sensación que debe
protegerse de los otros, lo cual sí es una consecuencia grave. Asimismo, se
produce un impacto en su desarrollo
emocional, porque aún cuando el maltrato no sea físico o el niño no
pueda verbalizarlo, sí va acumulando sentimientos negativos como culpa,
humillación, inseguridad, tristeza y soledad, entre otros, los que se verán
reflejados en su conducta.
Lamentablemente aún se mantienen estas
prácticas donde para bastantes adultos es válida la enseñanza rígida y los
castigos como forma de corrección ante conductas infantiles que son vistas como
peligrosas, de lo contrario no estaríamos hablando de “maltrato infantil ” en
el siglo XXI. Todavía nos toca ver en
las noticias o escuchar algún relato de cómo hay adultos que propician golpes,
incluso con objetos, considerándolos como acciones inofensivas, como medidas
que evitarán problemas a futuro o bien como instrumentos válidos de educación y
corrección. Esto sólo nos indica que la violencia en cualquiera de sus formas,
dolorosamente se transforma en parte de la vida cotidiana para muchos niños y
niñas de todo el mundo hoy en día.
Pues bien, estamos en el momento preciso de
realizar esfuerzos por cambiar la forma de mirar la educación y entender que
ésta funciona dinámicamente, porque estimula al
niño a desarrollar sus capacidades. De esta manera, le proporciona al niño los
medios necesarios para que se comprenda a sí mismo y al mundo en
que vive, logrando así la autonomía suficiente para funcionar como un
aporte en la construcción de la sociedad, mediante relaciones de colaboración
con los otros.
No podemos olvidar que una buena educación,
va de la mano con adultos capaces de sensibilizarse y empatizar con las
necesidades del niño para poder asistirlo, escucharlo, comprenderlo y guiarlo.
Para conseguirlo, se requiere que los “cuidadores” faciliten espacios de
comunicación y expresión de sentimientos que procuren una sintonización
afectiva, así el adulto se plantea
frente al niño como competente para establecer una relación cercana
entregándole ambientes protectores que aseguren su bienestar emocional. Sólo
así el niño se sentirá amado, reconocido y respetado en su calidad de ser
humano, así como en sus derechos.
El
adulto en su rol formador tiene la misión de utilizar el poder que le viene
dado jerárquicamente, no para reducir al niño, sino para entregarle pautas de
comportamiento y límites claros ajustados a las exigencias evolutivas y a sus
características personales. En mi experiencia profesional como psicóloga, soy
testigo tanto en la consulta como en el ámbito educacional de cómo algunos
adultos, especialmente los padres, no
conocen a cabalidad a los niños en términos de las tareas que deben cumplir
según su etapa del desarrollo, llevándolos muchas veces a “exigir” conductas o
actitudes para las que aún no están preparados porque los ven como un “adulto
chico”, olvidando, qué es una persona
que recién se está formando y que presenta características diferentes a las
nuestras. Por eso, no es de extrañar que cuando toman la iniciativa de
interiorizarse del desarrollo biopsicosocial de sus hijos(as), lo hacen a
destiempo o bien cuando “colapsan” por alguna situación puntual.
Desde mi perspectiva, educación significa ser
capaz de conducir al niño hacia el desarrollo de sus potencialidades para
transformarlo en una persona con un rol activo en la sociedad, para lo que se
requiere de adultos que puedan también comprender ciertas conductas infantiles
como normales según la edad. Así, vemos cómo en la primera infancia entre los 2
y 3 años muchos adultos tienen una nula tolerancia frente a la terquedad u
obstinación del niño utilizando
castigos, retos y golpes cuando se trata de una conducta propia de la
edad, cuya expresión, no es más que la
oposición del niño ante las exigencias del medio para fortalecer su voluntad e impulsar el desarrollo moral y social. Por eso, se
debe destacar que la función primordial del adulto debe ser el sintonizar
afectivamente con las vivencias del niño mostrándose cercano en la relación,
con el fin de otorgar bienestar emocional y protección a sus derechos como
personas.
.
Claudia Lewin Delbene
Psicóloga Infanto-
juvenil
Diplomada en Psicología escolar y en abordaje de la violencia
Diplomada en Psicología escolar y en abordaje de la violencia
celular: 9-5170474
2 comentarios:
¿Entonces de que manera debería corregir al niño cuando hace algo que no se debe?
martes, 10 julio, 2012Hola Nacho, mi postura se basa en no inferir daño físico ni psicológico porque el niño sólo se insegurizará y obedecerá por temor. En cualquier etapa del desarrollo es fundamental que los niños sepan anticipadamente lo que se espera de ellos, para eso debemos plantear límites flexibles ajustados a la edad, en forma clara y en positivo, es decir, que se enfatice cuáles son las conductas deseadas por los padres y reforzarlas cuando se de cumplimiento a ellas. Los padres debemos educar con el ejemplo, somos modelos para los niños y, ante una conducta errónea se debe mantener la serenidad y no entrar en discusión. Si el niño está enojado es conveniente distraerlo con otra cosa o ignorar su conducta por un “rato” breve mientras se calma y luego, dialogar sobre el problema, por qué ocurrió, cómo se sintió y ver cómo se puede reparar el error. Una opción aceptable es privarlo de algún beneficio o algo que le interese por ej: tv, jugar. No olvidemos que los niños necesitan la comprensión, la guía y el amor de quienes los cuidamos. Saludos
jueves, 12 julio, 2012Publicar un comentario